Desde esa noche

Aquella mirada tuya, penetrante y profunda
 que me seduce y me devora con
 cada parpadeo,
Que me desviste y consume entre las sabanas
y la melodias de tu habitación a oscuras.

Tus manos tibias besando las mías,
transformando universos al recorrer
las calles de mi piel desnuda,
Me quitas la falda, me deshago
de tu pantalón,
tus dedos víctimas de aquellos rincones
que los dos conocemos y repasamos
una y otra vez hasta fundirnos.

Mirarte a los ojos,
un instante, mientras saboreo
el bendito elixir de tu cuerpo y
me convierto en cenizas.

Entonces, sonrío;
Mis labios apenas te rosan y
la humedad que los acompaña
se desborda,
te beso la espalda,
araño la cama,
mi lengua recorre tu cuerpo
y escribe tu nombre.

Quiero frenar el reloj,
congelo los minutos que pasamos
en tu cama; en silencio;
me drogue con tus besos,
le diste cuerda a estás ganas
de amanecer a tu lado
la mitad de semana
 y los días restantes
 inventándote en estos versos.

Tu piel y mi piel
 desencadenan el infierno,
entre el corredor de mis piernas
y la exquisitez del calor de tus brazos.
Quiero que quieras volver a mi cuerpo
 cada día, cada noche,
 sin tiempo y sin miedo;
  sin preguntas y sin respuestas.

Permíteme confesarte que
me hiciste vibrar,
que despertaste mis demonios
y no te quieren soltar,
que me hiciste reir, cantar y bailar,
que besaste mis labios secos
y olvidados,
que me gusta tu seguridad y simpleza,
Que me encanta tu fuego y
tu forma de besar,
que me diste mil motivos para versarte.

Y desde esa noche quiero descubrirte,
 no sólo en la cama si no en el alma.

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