Eran las 3 de la mañana.
Me despertaron las sirenas
que se escuchaban a lo lejos.
Tenían ese sonido de
persecución que escuchamos en
las películas de acción.
Les juro que podía escuchar como
rechinaban las llantas
que iban a toda velocidad
y también el crujido
de los pasos que daban los vecinos
hacía la ventana,
que maldita suerte la mía,
la nuestra.
Me quedé recostada imaginando
lo peor, ¿Qué habrá pasado esta noche?
me pregunté mientras me acurrucaba
entre las cobijas para sentirme segura.
Mi país tiene la puta libertad de
jodernos hasta el sueño.
En los noticieros escucho el eco
de las balas perdidas,
de la impunidad
y los gritos de una joven que
fue arrojada al río descuartizada.
Ahora resulta que ser mujer te condena,
que es normal acosarla
y apuñalarla si no abre las piernas.
Hay muchos testigos pero pocas verdades.
No entiendo, no entiendo
¿Por qué hay personas
que sólo vienen a mancharnos de sangre
y arrancarnos la vida?
Y es que hoy la libertad sabe a mentira y
el miedo es el pan de cada día.
Faltan valientes y sobran cobardes,
sobran codardes,
sobran cobardes…
Lo repetí una y otra vez
hasta quedarme dormida.
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– Denisse Cuamatzin
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